domingo, 18 de septiembre de 2016

Empresario

Me da vergüenza, a veces. Debería decir pudor, pero prefiero usar esta palabra más redonda para decribir ese malestar que me invade al decir empresario e hijo de empresario. Sólo en las ocasiones en las que mi trabajo es la excusa para alejarme de mis problemas.

Porque, entendedme, soy empresario y eso por supuesto no es que me llene de orgullo, es que me llena de mi mismo. O por lo menos fue así durante la mayor parte de mi carrera laboral. Esto es, claro está, cuando conseguí superar los tiempos oscuros en los que aceptaba cualquier encarguillo con tal de poder mantener la empresa a flote. Planchas, radios, televisores...habremos reparado de todo esto y más. Cuando la gente llamba transistores a las radios pequeñitas.

Como he dicho, mi padre también jugó a esto de llevar una empresa. Pero no me la legó. Yo levanté la mía. Lo que quiere decir que trabajé como un cretino, fui listo, pero también tuve la inmensa suerte de contratar a gente capaz de sacarla adelante, gracias a unos buenos productos. Eran otros tiempos, unos tiempos que nos inventamos, en los que el producto servía para mantener el nombre  de la empresa.

Mientras tanto fui creando una familia. Sí, como he dicho antes, estoy lleno de mi mismo, y lo que ha sido mi trabajo no hace sino favorecer esta sensación. Mi mujer, puedo decir que la amé en la medida que supe entender cómo relacionarme con ella y no tener que hablar con ella. Mis hijos, igual. Salvo con el menor. Cuando llegó a la adolescencia, su madre y yo estábamos lo suficientemente relajados con nuestra vidacomo para intentar comprender algo de la suya. Quizás fue ese el primer impacto, intentar ver a mi hijo menor como una persona diferenciada del concepto hijos con el que lo había interpretado durante toda su vida. Después vino el segundo impacto, mimujer se reveló como una mujer independientemente de muchos aspectos de nuestra vida...este asunto lo contaré con más detenimiento en otra ocasión.

El divorcio, claro está, fue un golpe a mi visión de las cosas. Sin embargo ahí estaba mi empresa, y pude seguir con el ritmo de vida que llevaba, más o menos, hasta el accidente...asunto que contaré con más detalle en otra ocasión.

Decidí salirme de mi vida de empresario mucho antes de conocerla a ella. Lo único que me quedaba de ese yo del que tanto me había alimentado era mi faceta de coleccionista de arte.

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