sábado, 8 de octubre de 2016

Un amor sustituye a otro

De la misma manera en que he admirado el poderoso atractivo con el que algunos escritores atormentados elegían las palabras hasta que los distintos hilos de vocablos comenzaban a unirse en torrentes que bordeaban las rocas de la desidia y lanzaban la mente a una aventura en un mar tejido al final sólo por eso, por palabras; de esa misma manera estoy sacudido por el encanto de vivir este amor junto a ella, que se compone de esos momentos que vamos entrelazando hasta formar nuestra historia. Y el poder que me une a esta pasión no es el atractivo físico o intelectual que pueda sentir, no quiero saberla siempre bella o interesante, sino la determinación inédita en mi de poder conocerla, conocer íntimamente a otro ser humano.



Pero este amor nace de una gran traición como no pudo ser de otra manera, ya que en mi naturaleza está el dedicarme con pasión a algo, a costa de olvidar mis anteriores pasiones que me absorvían tan poderosamente como ahora lo hace ésta. La olvidada fue la empresa que ahora se sostiene a costa del esfuerzo de uno de mis hijos y su socio, y realmente no pienso involucrarme a fondo en la deriva que tome, dado que no tengo la necesidad económica de hacerlo, y menos el deseo de volver a vivir mis años de gerente. La empresa fue mi gran juguete, lo asumo. Lo que me hacía sentir vivo. Pero poco a poco sentí la necesidad de romper esta vida, y cuando lo hice me di cuenta de que yo no valía para hacerlo a medias, para mantener una atenta vigilancia en la distancia o ir sólamente por las mañanas y dejar las cosas a su marcha por la tarde. Tampoco serví para asegurar el futuro de los trabajadores que me acompañaron durante años en este proyecto, y me limité a facilitarles algo la transición.

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