sábado, 8 de abril de 2017

¿Por qué odio los libros para bebés? Por que les debo muchas horas del más amargo aburrimiento

Porque son repetitivos y aburridos hasta rozar los límites del sadismo.


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Está de moda decir que el aburrimiento es necesario para el desarrollo de los niños. Los que defienden esta teoría deben desconocer las categorías del aburrimiento, además de ignorar magistralmente el apabullante aburrimiento que deben soportar los padres.

El aburrimiento puede ser creativo, sin duda, por eso existe el antiguo refrán de que cuando el demonio no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo. El aburrimiento también puede ser absurdo, vuelvo a remitirme al refrán. Pero la tercera categoría de aburrimiento es totalmente limitante, ni se puede hacer nada para evitarla ni da frutos creativos de ninguna clase, es el aburrimiento amargo.

Los autores de libros para bebés deben tener cierta inquina a los padres. No, debe ser aún peor, los autores de libros para bebés son unos sádicos muy organizados cuyo propósito existencial es vender libros mientras someten a los padres a un grado inimaginable de exquisito aburrimiento amargo. Me los imagino estrujándose el cerebro durante horas hasta dar con la cosa más trivial para hacer una historia tonta con la que los incautos padres que los compren tendrán que autotorturarse mientras se la leen a sus hijos que, como son bebés, tendrán la enorme suerte  de no enterarse de las bobadas que cuentan los libros para bebés...hasta que tengan hijos.

Así el mercado nos ofrece un amplio surtido de cuentos con páginas de cartón y esquinas redondeadas que detrás de un dibujo muy colorido en la portada nos cuentan como Luisito hace pipí una vez en el orinal (y nada más que eso, creedme), Pepito se come un platanito, Nayarita duerme la siestecita y María da tres pasitos. Imaginad a los sufridos padres, y sobre todo madres, contándole una y otra vez a su bebé que Pepito se ha comido un platanito.


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Porque son estúpidos

Además de los libros de cosas triviales cuya supuesta intención es que los padres pasen un rato hablándoles despacio a niños que apenas gatean (aunque en realidad lo que pretenden es acabar con los nervios de los adultos a base de aburrimiento y repetición), están los libros para "todlers", bebés entre 1 y 3 años, de esos que no paran quietos pero que normalmente no leen nada.

Estos libros para todler se dividen en dos categorías, los que están ideados para que los use el niño para dar el coñazo y los que supuestamente enseñan algo y se los tienen que leer los padres. Los primeros, creedme, me parecen mejores que los segundos, al menos no disfrazan sus intenciones. Los conocereis porque suelen ser de plástico forrado de tela, con colores muy chillones, que tienen títulos sugerentes como "Ruidos estridentes de animalitos de granja", y dentro esconden pequeños cachivache tecnológicos que reproducen, en el tono más saturado posible, no solo los berridos, ladridos y balidos que prometen, sino además otras gratas sorpressas como pitidos, alaridos, timbrazos, sirenas de policía, canciones imposibles de entender que el bebé suele accionar 500 veces por hora y mil placeres estridentes más. Pues bien, estos libros al menos no esconden sus intenciones, porque los otros, los supuestamente educativos que tendrás que leer tú, son textos tediosos normalmente divididos en rimas tontainas y repetitivas. Por ejemplo hay historias para contar (un beso, dos besitos, tres besititos y así hasta que la palabra beso adquiera un nuevo significado mucho más oscuro para ti), historias para que sepan lo mucho que les quieres (hasta la luna y más allá, hasta marte y vuelta atrás), y otras bobadas varias. No caigais en su trampa, con estos libros lo que aprenden los críos es que sus padres tienen que aguantarse las ganas de  tirarlos -a los libros- por la ventana,una y otra vez, unay otra vez. Dadle a un niño de dos años un arma con la que fastidiar a sus padres una y otravez, y la usará, seguro.

Porque los dibujos son cada vez más planos y poco definidos

Yo tengo cuatro libritos de esos que guardó mi madre de cuando era niño. Según me comentó en una ocasión, la idea que se tenía sobre los libros infantiles era dárselos a los niños para que se entretuvieran solitos. El concepto de leerle cuentos a los niños que no sabían leer no estaba muy extendido entonces, lo cual nos debería dar una idea de la sabiduría de nuestros padres y abuelos, porque una vez que habíamos aprendido a leer ¿para qué iban a leernos cuentos nuestros padres?.

Pues bien, en estos libros las historias siguen siendo tontas, aunque algo más variadas (hay atropellos, vuelos por encima de una ciudad, huídas castillos...), pero están soberbiamente dibujadas. Los protagonistas, ya sean personas, humanoides, animales o robots, están representados con todos los detalles, con efectos de relieve, sombras, juegos de luces, coloridos armonizados, muecas vivaces y todo lo que se os ocurra que le da atractivo a un dibujo para que lo vean los niños.
Los de hoy en día tienden a ser planos, sosos, poco detallados, cuando no son casi abstractos. Las caras de los protagonistas se solucionan con cuatro trazos, muchas veces ni se molestan en pintar la boca, las narices son un ángulo ganchudo que les da un toque antipático, y ya ni entro en cómo se representa el resto del cuerpo.

El dibujo resulta, en el mejor de los casos, soso, y en muchas ocasiones directamente repulsivo. Y a ello se les une una historia tonta, trivial y repetitiva.

Los autores  de cuentos para bebés son unos sádicos, no me cabe la menor duda. Espero no encontrarme a ninguno, no les tengo la menor simpatía.

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